sábado, 5 de septiembre de 2009

La memoria del 1º de Septiembre de 1939. ¿Cóm otros países afrontan el paro? El indiscreto encanto del placer ajeno.

1º de septiembre de 1939: confirmación de la estupidez y barbarie humana. La primera guerra en la cual participaron casi todas las naciones o fueron afectadas por ella, ocurrió en 1914 y duro hasta 1917. Fue donde comenzó el uso de gases mortales contra combatientes los que, si cambiaba el viento, mataban también a quienes los habían arrojado. Las batallas interminables en las trincheras, los miles de muertos por tomar a una hora determinada un pueblo o una colina, de parte y parte, fueron errores militares constantes.

La II Guerra Mundial no sería excepción. Murieron 50 millones de personas pero, de ellas, algunos millones corresponden a imbecilidades o el desprecio de los dirigentes militares o políticos que antepusieron sus criterios al sacrificio inútil de la vida ajena. Por ejemplo, la heroica caballería polaca cargó contra los tanques alemanes. Desde luego, los hicieron carne molida. En Normandía, el desembarco se planificó y realizó en un tramo tan inadecuado de costa, que las tropas no pudieron tomar los puntos necesarios para asegurar la llegada de los refuerzos, incluso se bombardeó con “fuego amigo” a los combatientes aliados y a miles de civiles. ¿Qué decir del ataque de Pearl Harbor? Domingo 8 de diciembre: todos los aviones en tierra, toda la flota en la bahía, toda la tropa de fiesta. “Guerra avisada no mata soldado” dice el refrán y ésta estaba más que avisada, incluso interceptados los mensajes japoneses y descifradas sus claves. Pero nada se hizo para disminuir el impacto mortal del ataque. La guerra era necesaria para el gobierno estadounidense cuyo pueblo se mostraba reacio a participar en ella. Idéntico fue el caso soviético. Stalin estaba convencido que Alemania no atacaría; las advertencias fueron desoídas: no estaban en alerta las divisiones fronterizas ni la fuerza aérea dispersa. Stalin estuvo tres días aislado del mundo, sin atender a los generales, aplastado por su error.
¿Qué decir del Pacto Nazi-Soviético? Si se hubiera limitado a establecer un status quo, la situación existente, sería defendible pero no fue así. El Estado Soviético pacto la repartición de Polonia con Alemania; se apoderó de Lituania, Estonia y Letonia, asesinando a cuantos opositores encontró. Declaró la guerra a Finlandia,- y la perdió-, asesino con un tiro en la cabeza a 4.500 oficiales polacos que cayeron prisioneros de los soviéticos y a más de 10 mil combatientes en Katin. Para colmo de sarcasmo, describieron la heroica defensa de la fortaleza de Brest como la de un territorio soviético, cuando había sido arrebatada a los polacos.
Al término de la guerra, más de 200 mil alemanes fueron enviados como prisioneros a Siberia durante 10 años, muriendo por miles pero, no tuvieron mejor suerte los prisioneros soviéticos: también fueron castigados con igual pena y sufrieron idéntico fin.

Los infinitos sufrimientos que ocasionó esta confrontación fratricida, por lo menos han servido para unir a los pueblos contra la guerra y sus defensores. ¡No olvidemos jamás el 1º de Septiembre y lo que él significa!
¿Cómo otros países han afrontado el paro y la crisis? Dicen que la inteligencia colectiva es la mejor forma de resolver un problema, por lo que sería correcto estudiar la experiencia de otros países y ver qué podemos aplicar en nuestras condiciones.
Por ejemplo, los alemanes han introducido la reducción parcial de la jornada de trabajo para permitir que trabajadores que estuvieren en paro, ocupen sus puestos. Una práctica generalizada ha sido la de aplicar, en aquellos cargos donde es posible, el trabajo desde la casa, con el control del mismo por los resultados. Esto, los japoneses lo han puesto en práctica desde hace más de 10 años y cada día lo extienden más.

En nuestra situación, debemos preguntarnos: ¿Por qué no se trabaja jornada continúa? La sagrada siesta ibérica convierte el día laboral en 10 o 12 horas reales, contantes y sonantes, fuera de las dedicaciones personales, además de una interrupción en la vida comercial y financiera de toda España. Con la jornada continúa podrían habilitarse otros turnos de trabajo,- no extender la jornada como quieren algunas patronales-, y dar oportunidad a miles de parados actuales. La excesiva demora en la autorización de operaciones para cualquier tipo de empresa es un freno a la inversión y el desarrollo, además de fuente constante de corrupción. Existe la Ventanilla Única y poco más. Lo real es que la solicitud para iniciar una actividad requiere, como mínimo en Madrid, dos años y los casos de 10 y 15 los conozco. En muchos países el trámite no lleva más de 48 horas, entre ellos los EE.UU. Esto es obvio que significa más movimiento económico y más empleo, además de más ganancias. ¿Por qué en las obras se aplica el “horario de oficina”? Es decir: las obras se interrumpen los viernes a las tres de la tarde y se reanudan el lunes. Tampoco se trabaja triple turno, ni siquiera doble, con el resultado de una menor productividad del trabajo y una prolongación en la ejecución de las obras que perjudica a la economía, los trabajadores y los ciudadanos.
Los 420 euros son una medida de justicia social, pero el que esta acostumbrado a ganarse el sueldo con su trabajo prefiere el ganado con su trabajo y no la subvención social que, por otra parte, crea el peligro del acomodamiento y el vivir de la prestación, como ocurre en otros países y ya en el nuestro.

No hay soluciones únicas ni sencillas. Lo que no puede ser es agotar las arcas del Estado; que las Autonomías estén adeudadas en más de 6,000 millones de euros, que no han dicho cómo ni cuándo devolverán, y que se continué invirtiendo en obras faraónicas que no redundan en el bienestar social colectivo y la productividad del trabajo nacional. España vive del dinero fresco del turismo internacional que aportan 42 millones de visitantes, pero ese dinero es el más frágil y el que más pronto desaparece en una crisis y un Estado no puede vivir y desarrollarse dependiendo de algo tan volátil e inestable.

Cuento: El indiscreto encanto del placer ajeno. Por Romel H. Zell

Me gustaba, gusta, esa mujer. Era, es, mi tipo. No era, es, hermosa, ni siquiera bella. Normal. Trigueña: encrespado el pelo,- corto, largo, ensortijado: según la moda-, entre 33 y 38 años; plena madurez física, sexual y mental. Ni demasiado joven ni habiendo corrido tanto mundo que lo sabe todo antes que abras la boca: todavía con ilusiones, pensaba.

No muy alta ni muy pequeña: 1.55 a 1.65 más o menos. Piernas largas, bien torneadas,- las que me sacan de quicio -, que nacían o terminan,- según se mire -, en nalgas firmes, redondeadas, ni muy grandes ni aplastadas.
Reconozco que sus ojos no eran, son, los que más me agradan: negros, pequeños y sí, reidores, en ocasiones inquisitivos. Los prefiero más grandes, pardos, serenos y dulces,- como los de mi mujer -, pero aquellos no estaban mal dentro del conjunto. De boca atrayente, ni bembona ni una raya. Me agradan más los gordozuelos pero, sólo sin mácula es el Señor.

Sobre todo, el perfume que usaba, usa: una locura sentirla pasar cerca. No en exceso; ni falta que hacia, hace. Lo justo para quedarse poseyéndote todo el día. No era Chanel, ni Givenchy, el que gusta a mi mujer. Era, es, perfume de brujas, de embeleco, de locura. Senos que resaltaban su pecho pero, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños, vaya: lo justo para ser amados.

La veía todos los días, al menos una vez: por la mañana al ir al trabajo ella o cuando regresaba de él. Cambiaba de vestir y de peinado con frecuencia, pero nunca de perfume. Siempre con gusto: ropa ajustada que destacaba su figura, sin ser exagerada.
Éramos, somos, vecinos cercanos de la primera salida del bus y, por tanto, tenemos asientos para escoger. Modosita, sentábase cerca de la puerta trasera, sola, aislada. Como debe ser.

Disfrutaba discretamente de su presencia, lo hacia un poco hacia atrás de ella, pasillo por medio, solo también, como corresponde a quien quiere dedicar su tiempo y atención a lo que le interesa y no a conversar de football o del tiempo. Me recreaba observándola con discreción, creo, pues casi siempre hay otro que también ve, analiza y valora.

Tardé algunas semanas en darme cuenta que algo estaba ocurriendo ante mis ojos, aunque bastante más en encontrar qué, quién, era.
En la siguiente parada del bus subían seis o siete personas. Mayores que iban al hospital y jóvenes para su trabajo. Todos conocidos, como es normal en un pueblo y, como también usual, intercambiaban saludos, noticias y chismes entre los pasajeros.

Una chica simpática, de veinticinco a treinta, de risa fácil, no muy llamativa, acostumbra sentarse delante de mí y entablar conversación, pasillo por medio, con un joven agradable, de barba cerrada que, ¡OH, desgracia!, situábase detrás del objeto de mi atención. Naturalmente, saludos y sonrisas normalitas van y vienen entre los viajeros, más entre unos que entre otros, según el grado de intimidad y los años de amistad, nada fuera de lo común, pensaba.
El chico, como atrayente que era, bromeaba con todos, especialmente, con todas. Agradable, sin pasarse. Su preferida para chistes y conversaciones intrascendentes era la joven que, con inteligencia y habilidad, pasillo por medio y transversales, intercambiaba informaciones y ligeros piropos entrambas partes.

Ella miraba de reojo a la chica,- sonriendo como el perro con la boca picada por una abeja-, prestando atención a lo dicho entrambos.
Así, día tras día, hasta que, poco a poco, me di cuenta que había algo más que simple amistad entre mi elegida y su compañero de viaje.

Nada llamativo: sólo una sonrisa fugaz, capaz de derretir un témpano por parte de ella al él abandonar el bus, o unas breves palabras, dichas con voz muy baja y apresurada que delataban, al observador atento, una relación más profunda.

¡Joder! Menudo tonto de mí. De todas formas, la observación adquirió una nueva motivación: presenciar un capítulo más de La Divina Comedia o de La Comedia Humana.

Dante la creó hace más de setecientos años, dedicando catorce a escribirla. Inspirado por su amor a Beatriz,- joven que muere a los 20 años, la que sólo vio en tres ocasiones y con la que nunca intercambio palabra. Esta clarísimo que el tío estaba un poco ido y totalmente enloquecido por la chica. Para más inri, Beatriz encarga al poeta Virgilio que lo conduzca durante su viaje iniciático por el Infierno y el Purgatorio, reservando para ella el Paraíso, donde le llevará hasta la presencia del Señor. Desde luego, Dante toma justa venganza contra sus enemigos personales y de la patria que anhelaba: la Italia unificada, separado el Estado de la Iglesia y por si fuera poco, una Europa unida bajo un emperador culto y capaz. ¡Que viejo es el anhelo de la Comunidad Europea y que tontos son los Hombres en pensar que otro, igual que ellos, será capaz de conducirlos siempre!

Estudio los hombres y mujeres, sus virtudes y defectos. Los agrupo según su grado de pecado o pureza y los colocó en uno u otro de los nueve niveles del Purgatorio, el Infierno y el Paraíso.

Como vemos, estaba equivocado además de un poco flojos los tornillos. Hombres y mujeres no son una sola cosa, blanco o negro, puros o impuros, santos o pecadores. Todos tenemos un poco de todo: en un momento héroe y en otro villano, siendo los mismos.
Algo parecido hizo hace doscientos años Honoré (¿Honorato?) de Balzac, solo que más cercano al mundo real y, en especial, a la sociedad francesa posterior a la Revolución. También estudio la vida y actuación de mujeres y hombres: sus vicios, defectos y virtudes, pero no en razón de sus pecados, sino por sectores.
Balzac no recorrió Purgatorio, Infierno ni Paraíso: le basto el medio social en que vivía: la ambición de poder o de riqueza, la avaricia, la mezquindad humana en todas sus facetas. Se propuso hacerlo a través de noventa y una novelas que escribió y las cuarenta y seis que esbozo con las que se proponía terminar el estudio completo la sociedad de su época lo que, por suerte, con perdón de escritores y admiradores de Balzac, La Parca le impidió realizar.

El conjunto de la obra comprende más de dos mil quinientos personajes y obras tan trascendentes como Papa Gorriot, Las ilusiones perdidas, La piel de zapa y Eugenia Grandet. Analizó críticamente la vida parisina, provincial, privada, política, militar y campesina en sus reales términos; sin falsas glorias y cruda realidad. Como vemos, no ubicó sus protagonistas en Infierno, Purgatorio y Paraíso, sino en el mundo real.

Curiosamente, también tuvo su Beatriz. En 1832,- ¡cuanta agua ha corrido desde entonces y cuántas cosas cambiado!-, comenzó una larga correspondencia y relación con una admiradora, nada menos que una condesa polaca.

Balzac ya no era un niño, ni siquiera un jovenzuelo. Mucho mundo había corrido a sus 33 años, pero el amor es el amor y más a la distancia, aunque algunos contactos aislados mantuvieron en vida del santo esposo.

Balzac estaba en la más completa ruina,- escondiéndose de cuanto deudor lo acosaba por su fracaso como editor, cuantiosos gastos, lujos y mujeres-, y ella era de la más rancia nobleza. Nada: la pareja ideal.

La señora condesa prometió casarse con el gran escritor realista ¡cuando muriera su marido!, cosa que ocurrió 9 años después de iniciada la relación, es decir, con 42 añitos el buen Honoré. Pero, para mayor gloria y luz de este ilustre amor, no se casaron hasta otros nueve años más tarde, por lo que ya Balzac contaba con 51 primaveras. Como ven, el amor no entiende de edades ni de tiempo, pero la Vida es muy curiosa en su forma de proceder, diría que irónica, pues se casaron en marzo y Balzac murió en agosto.
El hombre que fue capaz de crear más de 2,500 personajes, escribir un ciento de grandes obras y dejar pendientes otro tanto. Que retrató con realismo la sociedad de su época desde antes de la Revolución Francesa hasta las turbulentas rebeliones populares de 1848, no percibió que le faltaba un personaje fundamental a su gran obra: la pura relación entre los seres humanos, al margen de los intereses, las mezquindades, ambiciones y traiciones. Falto la vida de una pareja, que completaba realmente la Comedia Humana: la suya.
Como ven, el interés de un hombre por una mujer y a la inversa, va mucho más allá de lo simplemente racional, material o económico.
Desde luego, hace rato que sé tienen una pregunta en la punta de la lengua, esperando que concrete el tema: ¿por qué, si te agradaba, agrada, tanto y descubriste que no era una monja de clausura ni cosa parecida, por qué no la enamoraste?

La pregunta es válida y sencilla, pero la respuesta requiere alguna explicación. Según mi esposa y muchas de mis amigas, tengo facilidad para relacionarme con las damas, soy agradable, atento, cortes, culto y físicamente interesante. Todas estas cualidades facilitan que las relaciones personales pasen de la simple amistad o conocimiento, a algo más íntimo.
Estas facilidades están limitadas por tres factores importantes: una, que durante mi juventud fui un solitario, apenas con relaciones femeninas, metido a tratar de cambiar el mundo, pensaba que para mejor, y pasó el tiempo en que estas relaciones se podían establecer con facilidad, naturalmente, como hacen todos los jóvenes.
La otra es que amo a mi compañera desde hace muchos años, que no me gusta mentirle y, cuando lo hago, ella lo descubre nada más que mirándome a la cara, pues todavía me sonrojo como un muchacho de 15 cogido en la mentira.
La última, para ser totalmente sincero contigo, es que tengo 74 años: ¿Se imaginan la cara de ella se me atreviese a decirle, nada más, que un pequeño requiebro?

La trompetilla todavía estaría todavía escuchándose. Por ello, sigo mirando, que no es lo mismo que ver, disfrutando del fruto prohibido para mí y para otros, que sí lo pueden saborear y que lo disfruten, mientras puedan.
Dicho lo dicho, debo confesar que, ha ratos, me corroe la duda cuando recuerdo el refrán: “En todo momento es mejor arrepentirse de lo que he hecho o he dicho y no quedarte con la interminable pregunta: ¿qué habría ocurrido si hubiese hecho; si hubiese dicho?”

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