lunes, 17 de agosto de 2009

Ladrones y Ladronzuelos.

Ladrones y Ladronzuelos. Viendo Diógenes el cínico (413-324 a.n.e.) en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija perteneciente al tesoro del templo, comentó: «Los ladrones grandes llevan preso al pequeño.»
Este Diógenes, poco o nada tenía de tal. Consideraba que la felicidad sólo era alcanzable a través de la virtud, condenaba el falso arte y la literatura vacía. Vestía ropas toscas,- vivió dentro de un tonel-, comía alimentos sencillos y dormía en lugares insospechables para un hombre de su valer y saber. Se burlaba de los hombres de letras por leer los sufrimientos de Odiseo (Ulises), mientras desatendían los propios o de los oradores que estudiaban cómo hacer destacar la verdad, pero no cómo practicarla. Según la leyenda que acompaña segura a los grandes hombres, Diógenes caminaba por la antigua Atenas a la luz del día llevando una lámpara encendida y, cuando se le preguntaba por qué lo hacía, respondía que buscaba un hombre honesto.
Esta claro que el tipo era una piedra en un zapato, en una sandalia dada la época. Diríamos hoy que un hippy, un rebelde sin causa; vaya, para decirlo claro y en castellano, un incordio mayúsculo, sobre todo para los hipócritas e inmorales. Sí quieren saber más del personaje, en la web hay mucho sobre él.
¿Por qué traigo Diógenes a cuento? Leo y extracto: EL PAÍS, jueves 26 de febrero de 2009. Una tarjeta de más de 10 mil euros en una relojería de Sevilla. 580 euros de un móvil. Una factura de casi 700 euros en ropa de caballero. La cuenta de un hotel sevillano que supera los 500 euros. 350 botellas de vino por las que se pagaron más de 5,000 euros. Todo ello pagado por la empresa municipal de servicioscuando el máximo responsable de la sociedad era el socialista A.F. El sacerdote fue denunciado por la Fiscalía de Madrid por enriquecimiento ilícito ante la Audiencia Provincial, la cual archivó el caso. Además, el PP pinteño presentó medio centenar de facturas más, gastos que incluyen visitas al Bernabeu y al Museo Thyssen,- menos mal que algo de cultura debe haber “adquirido”-, o lo consumido en un bar de Málaga, que como sabéis esta al lado de Pinto. El PP intentó, dicen, que las facturas fueran enviadas al Tribunal de Cuentas para su estudio, pero el pleno, con los votos del PSOE, IU y Juntos por el Jamón, perdón por el lapsus, Juntos por Pinto, rechazó la petición.
Aquí no termina la historia tarjeteril: Cuando el PP pintado tomó el poder, entre enero y junio del 2008 gastó 14,292 euros, la cual fue utilizada, entre otros, por el consejero delegado de la empresa J.L.M.

¿Se dan cuenta que Diógenes no era cínico en el sentido que le damos modernamente? Tenía razón en buscar un hombre honrado alumbrándose a plena luz con una antorcha y si aun lo hiciera con un reflector, dudo que lo encontrase, por lo menos en la política. ¿Y la Justicia? Recordemos que tiene una venda sobre los ojos. Se puede condenar a un infeliz a 24 meses de reclusión por matar conejos en terreno vedado, pero no a estos sacerdotes… No cabe duda: como en algunas religiones, ellos pueden tener supuestas concepciones diferentes, salvo en su unidad en defender el credo que representan: al poderoso Caballero Don Dinero.
Porqué… Cuentos negros de Cuba. Por Lydia Cabrera. (Escritora y etnógrafa cubana)

Quien fabricó el mundo, hizo a los hombres de un mismo color. Y tuvo a bien hacerlos prietos con la lama oscura del primer lagunajo que formó en la tierra la primera lluvia.
Quien fabricó el mundo, andaba entonces con frecuencia por el mundo nuevo. Bajaba del Cielo de muy buen grado y se complacía en regalar a sus criaturas. Les enseñaba algunos oficios; muchas cosas buenas que luego se olvidaron. Si alguien, un animal, un árbol, un mineral, se tenía por desgraciado, el Creador en persona lo consolaba y remediaba. Y así fue como una vez halló a tres hermanos que conversaban comiendo frutas en un vergel: y al oír que uno de ellos, el más pequeño de los tres, refiriéndose al color de su piel decía:
-“No quisiera ser oscuro, sino blanco como el día”, Olofi intervino:
-“Pues yo sé de una poza” –dijo- “cuyas aguas preparadas por mí, si así lo deseas, emblanquecerían inmediatamente tu piel.” Y sin hacerse de rogar, Dios condujo a los tres hermanos a una charca de agua helada.
Mientras el segundo, habiéndoles advertido el Creador que el agua era extremadamente fría, pero milagrosa, reflexionaba: -“Veremos: si es cierto que estas aguas blanquean, me bañaré”, y el mayor ya pensaba distraído en otra cosa, el más joven se sumergió resueltamente en la poza y cuanto más se lavaba y chapoteaba¨
“¡Brú-ú-ú-ú
Chuámbula-chyuámbula-wechené
Chuámbula-chyuámbula-wechené
Chuámbula-chyuámbula!
más claro se volvía. Hasta que enteramente blanco de la cabeza a los pies, bello como el día salió del baño.

El que pensó: “Veremos… si estas aguas blanquean me bañaré”, al presenciar la maravillosa transformación de su hermano menor, se apresuro a entrar, y remedando sus gestos hizo lo mismo que él. Pero, “bláf-bláf-plá” el agua ya no cantaba alegre, abundante, cristalina; estaba revuelta y sucia de cieno. Palideció un poco su tez, y mulato salió del baño.
El mayor no halló agua sino fango: se lavó las plantas de los pies, el hueco de las manos, que se destiñeron bastante. Por lo demás, quedó tan negro como antes.
El pequeño, llenándose de orgullo, envalentonado, dijo para sí:

-“¡Soy muy superior a mis hermanos! ¡Serán mis esclavos! El color de mi piel es el color de Olofi. Dios es blanco – como yo, y en su nombre los someteré a mi voluntad” –y en alta voz-: “Me llamaré Eléllibbó”. Desgajó la rama de un árbol y en el nombre de Dios, les molió los huesos a golpes.
El segundo, humillado, sofocado por el miedo y el despecho, concibió desde entonces un odio implacable, una envidia secreta que se resumía en admiración enconada y sin límites por su hermano blanco. Despreció entonces a su hermano negro, y convertido en un arrendajo del blanco, desahogó su rabia sobre él a puntapiés.

Dijo el mulato para sus adentros: -“Mi color, por muy poco podía haber sido también el color de Dios. En nombre del hermano blanco a mi vez te someteré, negro, pues valgo más que tú por el asomo de blancura que llevo en mi piel. Y quien sabe si algún día, si vuelvo a bañarme en una poza de agua milagrosa, me vengaré de mi hermano blanco y para siempre acabaré contigo.” Y en alta voz:
-“Me llamo… Cucunducú.”

El negro muy abatido se contentó con decir:
-“Negro era. Negro soy. Mi nombre es Erú.”
(Erú, en aquel entonces, no tenía los cabellos tan duros ni tan rizados como hoy. No era tampoco desnarigado y bocudo.)
-“Ya no somos hermanos: sois mis esclavos”- dijo el hermano blanco.
A Cucunducú lo llevó consigo para que le sirviera; le confió el cuidado de su persona y de su vivienda. A Erú lo envió al campo, le encargó los trabajos más duros y penosos. Jamás le permitía que se le acercara. No le consideraba muy diferente de sus bestias. Olvidó que tenía un alma. Temía que el contacto de su hermano pudiera de nuevo tiznar su piel.
Un día que Erú, siempre solo, despreciado –profundamente desgraciado porque el blanco no perdía ocasión de castigarle y el mulato de injuriarle- se lamentaba amargamente de su suerte en un muladar, el Diablo tuvo compasión de él.
-“¡Pobre negro!” –exclamó el Diablo- “nadie te quiere, pero yo que soy tan negro e indeseable como tú, te querré un poco”-, y con sus dedos de fuego le acarició la cabeza del esclavo, chamuscándole los cabellos para siempre.
Huyó Erú al sentir su cabeza quemada, tropezó con un tronco, cayó de bruces y se aplastó la nariz.
Había enhoramala, en aquel tronco podrido, un inmenso alacrán que al sentirse tan bruscamente importunado, le clavó en la boca el aguijón, abultando desmesuradamente sus labios para siempre.
Y he aquí por qué hay blancos, mulatos y negros.
Por que Olofi, comprendiendo que había cometido una ligereza, dijo:-“¡Buena la he hecho! – y desde entonces, celoso de su tranquilidad se ausentó del mundo de los hombres para siempre.
Y por qué el negro, que es el hermano más viejo, no pude dejar de decirle al blanco: “Niño”, y antes le decía “Amito”, que si el negro es bondadoso ya lo tiene perdonado.

Poema. Por Mao Tse-Tung. (Presidente de China, gran poeta; ya la Historia le ha dado su lugar)
Tan Tai Tsong y Sung Tai Tsu, emperadores[1]
carecían del suave don poético
y Gengis Kahn[2]
favorito del cielo por un día,
sólo sabía disparar sus flechas al águila dorada.
Ahora son pasado, ahora se han ido.
Para encontrar verdaderos héroes
hay que buscar en nuestros propios días.

[1] Tang Tai Tsong: Primer emperador de los Sung, que reinó de 960 a 976.
[2] Gengis Khan: El famoso conquistador mongol, que reinó de 1206 a 1227.
Este blog, por diversas circunstancias, se editará tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario